Como matrona, muchas familias me preguntan cómo apoyar de forma adecuada el desarrollo del sistema inmune de un bebé. La respuesta no son milagros, sino hábitos diarios: la lactancia materna, la introducción de nutrientes en el momento adecuado. Una microbiota en desarrollo se acompaña con alimentos variados, texturas seguras y entorno tranquilo. Constancia, respeto y evidencia en el día a día.
Cómo se desarrolla el sistema inmune del bebé
Desde el embarazo, la madre transfiere anticuerpos IgG que ayudan a proteger al recién nacido en las primeras semanas de vida. Tras el parto, la leche materna aporta IgA secretora, lactoferrina y oligosacáridos que recubren mucosas y favorecen la creación de un entorno bacteriano seguro.
En paralelo, el intestino se coloniza con microorganismos procedentes de la microbiota materna transferida durante el parto, la piel, la leche y el entorno. Esa microbiota temprana interactúa con el sistema inmune en desarrollo y le enseña a reconocer estímulos externos de manera progresiva. Piel con piel, calma y una alimentación respetuosa acompañan la maduración natural del sistema inmunitario en los primeros meses.
Los organismos internacionales, como la Organización Mundial de la Salud, recomiendan lactancia exclusiva alrededor de seis meses, y continuar con una alimentación complementaria adecuada y segura. De este modo, acompañamos la maduración del sistema inmune del bebé: despacio, con presencia, sin forzar al ritmo de cada bebé y confiando en la biología que compartís.
¿Cómo acompañar la maduración del sistema inmune de un bebé?
El primer pilar es la lactancia materna. La leche materna es un alimento vivo que contiene nutrientes y compuestos bioactivos importantes para el bebé. Si surgen dificultades, busca apoyo desde el inicio: pequeños ajustes en postura y agarre pueden marcar la diferencia. Cuidarte tú también importa; acompañar a la madre es sostener la lactancia y, con ella, la salud del bebé.
En caso de no amamantar o de combinar, utiliza fórmulas infantiles que están reguladas para cubrir las necesidades nutricionales del bebé, y prepararlas siempre con higiene escrupulosa. Acompaña su autorregulación: ofrecer a demanda, respetar la saciedad y mantener rutinas tranquilas ayuda a favorecer una relación positiva con la alimentación desde el principio.
Al cumplir seis meses y el bebé muestra señales de preparación —interés por la comida, sedestación con apoyo y coordinación mano-boca— inicia la alimentación complementaria manteniendo la leche como base hasta el año. En esta etapa, los alimentos ricos en hierro: carnes bien cocidas, legumbres en texturas adaptadas y cereales fortificados, son especialmente relevantes, idealmente junto a vitamina C que ayuda a mejorar la absorción del hierro.
Para variar sabores y texturas, integra cereales como mijo y quinoa en cremas suaves con aceite de oliva virgen extra en crudo. Prueba el mijo pelado y la quinoa real sin gluten. La adaptación de texturas, la progresión lenta y la repetición amplían el paladar y la tolerancia sin prisas.
- Vitamina D
Organismos internacionales como la EFSA recomiendan: 400 UI/día en bebés de 7 a 11 meses, lo que equivale a 10 µg diarios, directamente en forma de gotas. Y en el caso de adultos, para las madres, el UL o límite superior recomendado es de 4.000 UI/día, lo que equivale a 100 µg diarios; su toma siempre debe realizarse bajo supervisión médica. Un ejemplo de suplemento para la madre con esta dosis es la Vitamina D3 y K2 de Naturitas Essentials.
- Microbiota
En cuanto a la microbiota, una dieta variada con verduras, frutas, legumbres y cereales integrales constituye la base para un patrón alimentario saludable en la infancia y más adelante. En madres o peques mayores, puede valorarse temporalmente el uso de probióticos como el Naturflora de Naturitas Essentials. En lactantes sanos, lo prioritario es la alimentación adaptada a su edad y, en cualquier caso, consulta siempre al pediatra antes de suplementar. Recuerda, los complementos no sustituyen una dieta variada ni un estilo de vida saludable.
Alérgenos comunes, sin retrasos innecesarios
Cuando tu bebé esté listo para la complementaria, introdúcelos uno a uno, en pequeñas cantidades y durante varios días, preferentemente por la mañana. Obsérvale las horas siguientes y, si hay buena tolerancia, mantén el alimento con regularidad para consolidarla a medio plazo.
Empieza con huevo bien cocido en textura húmeda: de media a una cucharadita y progresa de 1 a 2, manteniéndolo 2–3 veces por semana. El cacahuete solo en crema muy diluida hasta textura de yogur. Con el pescado, comienza por blanco bien cocinado y sin espinas; más adelante añade pescado azul pequeño.
En bebés de alto riesgo —eczema moderado-grave, alergias previas o reacciones claras— coordina la introducción con pediatría o alergología; en algunos casos puede indicarse que la primera toma sea supervisada. Suspende y consulta ante la aparición de ronchas, hinchazón, vómitos repetidos, tos persistente o dificultad respiratoria. Si aparece compromiso respiratorio o empeoramiento rápido, llama al 112 sin demora.
- Grasas de calidad
Incluye una cucharadita de aceite de oliva virgen extra en purés, pequeñas raciones de pescado azul pequeño y cremas finas de frutos secos muy diluidas, nunca enteros. Estos alimentos son una fuente concentrada de nutrientes, energía y compuestos bioactivos que acompañan el desarrollo del bebé durante los primeros mil días.
- Seguridad alimentaria
La higiene de manos y utensilios, cocciones completas, el uso de alimentos pasteurizados adecuados a la edad y evitar el uso de miel antes de 12 meses. Siéntale erguido y acompañado en cada comida. Evita ultraprocesados y azúcares libres: desplazan nutrientes y condicionan las preferencias de sabor a largo plazo.
- Más allá del plato
Fuera del plato, influyen rutinas como el sueño suficiente, el juego al aire libre y mantener el calendario de vacunas al día. En la infancia son frecuentes los catarros, pero forman parte de la exposición natural a microorganismos y del aprendizaje inmunitario. Lo importante es el equilibrio: higiene razonable, rutinas predecibles y una mesa donde explorar sin prisas. En resumen, la maduración del sistema inmune de un bebé pasa por la lactancia como base, alimentos ricos en hierro desde el inicio de la alimentación complementaria, diversidad vegetal, grasas de calidad y seguridad alimentaria. Añade paciencia, repetición y ejemplo familiar: cada cucharada, cada textura y cada comida compartida en calma contribuye a un aprendizaje positivo.
Apoyar la inmunidad de tu bebé es acompañar su maduración con decisiones sencillas y constantes: pecho a demanda, alimentos reales y variados, texturas seguras, higiene razonable y apoyo profesional. Lo pequeño, repetido y amoroso, construye salud a largo plazo y un vínculo que también protege cuerpo, emociones y aprendizaje.